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Silent Hill OST - Lisa's Theme Extended Music 1 hour

 

Me estoy volviendo torpe con las palabras. Siento que mi corazón ya no funciona bien. Llegará un momento en el que no pueda más y dejaré de latir para siempre. O quizá es una mentira que me digo a mi mismo para sentir un poco menos el dolor en las costillas, para escuchar menos su voz llamándome desde la otra punta del pasillo. Odio esta ventana, la única que tengo para ella, para nadie más, pero eso a ella, nunca le importo. Por ella como si la tapio, como si tapio la puerta de mi habitación también, que más le da, si muero aquí, de inanición, que le importa a nadie realmente, que le importa a ella que todo sea ella una y mil veces.

Solo me importa a mí que siempre he visto la vida a través de barrotes. Pienso en morir y el cuarto se hace más pequeño, pienso en morir y el reloj mastica segundos como si fueran mis huesos. Nunca supe decir que estoy bien y hacer como que no pasa nada. Mentira, se me dio demasiado bien hacerlo toda la vida. Pero siempre lo hice mirando a la muerte a la cara. Aquí la gente no quiere mirar. Yo aprendí a mirar. La deseé muchas veces. Y ahora no quiero morir, ahora que estoy encerrado en esta habitación de la que no puedo salir, no quiero morir.

Y eso que lo he pensado cientos de veces. No por romantizarlo: porque duele y porque a veces la única forma de ordenar el dolor es mirarlo a la cara, nombrarlo y, si no hay otra, aceptarlo. De niño la muerte daba miedo. Aquí se vuelve herramienta. Pero ojo: usarla no es un truco moral. Si vas a mirarla, que no sea para evadir; que sea para saber qué te queda por intentar.

Rebeca tenía una frase: “No quiero que nadie me encuentre rota”. Quizá por eso me borro de su vida, tan fácil como abrir una puerta. Arrojo mi corazón hecho una bola de papel arrugada. Y ya está. Rebeca no está. Se fue un día cualquiera y su adiós sonó como un martillazo ensartando un clavo que rompió mi realidad en astillas pequeñas. Guardé su colonia de ángel, para olerla, cuando me quisiera rendir.

Todavía aparece y desaparece en mis sueños. A veces en la mañana con los ojos abiertos. A veces a las tres de la tarde cuando es la hora de la medicación. Se volvió recuerdo que nunca fue. Como un archivo corrupto de un ordenador que no puedes borrar. Un recuerdo que duele igual que echarle sal a la herida. Ni siquiera me toco una vez, pero mi piel ardió como si hubiese encendido con sus labios una cerilla. La he amado como un hombre que sabe que lo le quedará nada. La esperé toda una vida y nunca apareció. Ella lo sabe. O se hace la tonta. Quizá lo prefiere así.

No importa. Amar con mi condición es una maldición. Que me encierra. Que me da pastillas. Que me quita las fotos. Que cambia la memoria por un menú y una rutina. Quiero escribir en un folio mi última voluntad, escribir: "que me devuelvan los días que me robaron". Nadie me devolvió nada. Nadie devuelve nada.

Hay noches en las que no sé si quiero morir o si quiero que alguien me vea morir. Es distinto. Morir en soledad es algo abstracto; morir con ojos que te miran es performance. No quiero que esto suene romántico. Es cruel y asco y verdad. Quiero que alguien sepa que pasé por aquí y que me jodieron la vida. Que me la vendieron a plazos.

—Prométeme —dice Rebeca—.

Esa canción... Sonaba a final, iba a las opciones de Youtube y ponía la opción "bucle" así durante horas. No la oía con los oídos, la sentía en las venas, como si alguien dibujara la letra con la punta afilada de una cuchilla de afeitar. Era Lisa's Theme.