Realmente quiero llorar, pero ni si quiera puedo, las lágrimas se acumulan en la retina, arden, pero no salen para afuera. Se pudren ahí dentro, en la cabeza, mojan los recuerdos que existieron y los que nunca existieron. Entonces el agua estancada se queda en la garganta, como si mis sentimientos se quedaran atrapados en una tumba allí, una tumba que no puedo tragar. Desearía romperme, drogarme, beber alcohol hasta vomitar todo, pero no puedo. No puedo ensuciar mi vida con mi tristeza. Soy una persona totalmente funcional en el día a día, sudo mi pena, levanto mi tristeza, pero nada se cura, la herida sigue abierta.
Mis lágrimas son semen seco, sangre coagulada, sudor frío pegado en la piel. No lloro, eyaculo vacío, sangro rabia, respiro muerte.
Por dentro me estoy derrumbando, pero por fuera soy un muro manchado de grafitis con los nombres de todas las personas que me hicieron derrumbarme.
Quisiera llorar, quedarme seco, morirme entre lágrimas, tan fácil como cortar la yugular y morirme desangrado en el suelo de la habitación, pero ni eso puedo.
Lo único que me queda es este cuerpo, que se va oxidando poco a poco, una máquina perfecta de reciclar el dolor, donde la tristeza se masturba sola y nunca termine de correrse.