Translate

FUEGO (III)


No quería solo palabras, no quería explicaciones. Quería tu cuerpo sudoroso, tu mirada ardiente clavada en la mía mientras el mundo desaparecía a nuestro alrededor. Imaginaba cada segundo de esa noche: cómo se sentiría el calor de estar dentro de ti, cómo tus labios se mojarian entre suspiros. Pero eso no va pasar. En lugar de tenerte, de arder contigo, estoy aquí, escribiendo lo que no puedo decirte en persona, lo que jamás sucederá, lo que se me enquistará para siempre.

Es como una condena. Te veo en mi mente, te deseo, pero todo se queda ahí, en esa fantasía maldita que nunca puedo alcanzar más que escribiendo. Quiero tenerte de una manera que te haga perder el control, que te haga olvidar todo lo demás. Quiero morderte en el hombro mientras te follo, quiero lamer toda tu espalda con mi lengua. Sentir cómo te estremeces, cómo tu cuerpo se tensa y palpita, atrapando mi polla mientras luchas contra el dolor y el placer mezclados. Quiero que te entregues, que te pierdas en cada embestida, que sientas cómo me deslizo entre tus piernas, rozando tu clítoris con cada movimiento, hasta que no puedas más.

Me imagino cómo tus suspiros se volverían jadeos, los escucho ahora perfectamente mientras escribo. Joder, tu voz de niña que me pone tanto, va a hacer que me corra. Me pedirás que vaya más lento, que no puedes aguantarlo, que estás al borde. Pero no pararía. No puedo parar. Sé que podrías correrte sin permiso, arruinando esa tensión que tanto te ha costado mantener durante tanto tiempo, pero seguiría, porque me excita verte en ese límite, verte luchar contra tu propio placer. Golpearía tu cuerpo con más fuerza, más rápido, mientras envuelvo mi brazo alrededor de tu garganta, atrayéndote más hacia mí. Te quiero así, sumisa al deseo, rota entre el dolor y el placer. Al cielo le debe faltar un ángel, porque ella está aquí conmigo, entrelazando sus deditos con los mios, besando su boca babeante y goteante, con los ojos en blanco y su cráneo zumbando de placer.

En mi mente ya solo eres tú. Eres más que ese cuerpo que tiembla, esa boca que gime, esos ojos en blanco mientras te pierdes en cada embestida. Eres un caos perfecto, eres droga directa para mi torrente sanguíneo, jadeando, perdida en el placer que no puedes controlar, haciendo que tu coño apretado y mojado se sienta derretido y caliente. Me obsesiona verte así, ser el que te haga perder todo el control, el que te lleve al límite hasta que ya no seas capaz de aguantar más. Si tienes tantas ganas de correrte, entonces te correrás. Una y otra vez. Hasta que te canses. Cuando finalmente te corras, cuando tu cuerpo ceda a esa explosión de placer que no pudiste contener, me excitaría aún más saber que te corriste conmigo dentro, tal como lo quería, tal como había soñado tantas veces mientrás eyaculaba yo también.

Por fin somos uno shawty. Mi nefertiti. Te tiras en la cama del hotel, el sudor todavía fresco en tu piel, mezclado con el aroma de un momento que lo consumió todo. Me excita saber que soy quien te lleva a este estado, quien rompe esas barreras invisibles que tanto proteges, quien te arrastra al borde y te deja caer, una y otra vez. Ambos sabíamos que esto iba a suceder, que tu cuerpo acabaría rindiéndose a ese deseo feroz que no puedes controlar, aunque lo intentes. Al final, lo único que queda es esta sensación de agotamiento, de entrega total.

Miro tu cuerpo extendido, vulnerable, deshecho. El silencio que sigue al caos de nuestra respiración es casi tan poderoso como el acto mismo. Mis manos todavía sienten el calor de tu piel, el rastro de donde te he tocado, donde he hundido mis dedos, mis dientes. Un eco sordo de lo que acabamos de vivir. No hay palabras que puedan capturar esto. Lo que hay entre nosotros es más que una simple conexión física; es un incendio que no sabe apagarse, que consume todo a su paso.

Acaricio tu cabello lentamente, con una suavidad que contrasta con lo brutal que fue lo anterior. Muevo mis dedos entre tus mechones, casi como una disculpa silenciosa por la intensidad que acabo de volcar sobre ti. No soy tan malo, ¿verdad? Lo sabes, aunque ambos juguemos con los límites. Los momentos de suavidad son un recordatorio de que aún hay algo más profundo aquí, algo que no se puede definir, pero que tampoco desaparece.

Siento cómo te adormeces sobre mi pecho, exhalando lentamente, dejando que tu mente se apague. Te dejo caer en ese vacío, porque sé que ahí es donde te sientes segura, donde finalmente puedes rendirte sin miedo. Todos los pensamientos que alguna vez te atormentaron pasan flotando, insignificantes, irrelevantes, y te conviertes en algo más. No hay más lucha. No hay más control. Solo estás tú, ahí, conmigo, perdida en ese lugar entre el placer y el olvido.

En este momento, no eres más que un cuerpo rendido, una presencia suave y cálida que se funde conmigo. Vacía de todo, de toda expectativa, de todo juicio. Como si todo en ti hubiera quedado atrás, borrado. Es en esos instantes que todo se siente más real, más crudo, cuando somos solo dos seres, exhaustos y vulnerables, pero increíblemente conectados. Me quedo en ese silencio, contigo a mi lado, sabiendo que esta quietud después del caos es lo más cercano a la verdad que puedo tocar.

Y que puedo escribir.


No hay comentarios: