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17:00 (I)

Hoy a las 17:00 habría llegado a Logroño. A esa ciudad que, aunque no conozco, ya había comenzado a formar parte de mi imaginación, porque ahí estarías tú. Lo tenía todo visualizado: el trayecto, la llegada, esa sensación de nervios y emoción al pensar en verte después de tanto tiempo, en mirarte a los ojos, besar tus labios. No solo para hablar, sino para conectar de una manera que hasta ahora nos ha sido imposible.

Me imaginaba la tarde perfecta, yendo juntos a ver Joker 2. No era solo la película, sino lo que representaba: por fin estar contigo, compartiendo algo más que palabras a través de una pantalla. Quería perderme en los detalles insignificantes de ese día: los gestos que harías al comer palomitas, cómo te acomodarías en la butaca, si sujetarias mi mano o no. Quería grabar esos momentos, grabarlos a fuego. 

O como si nos quedabamos en el hotel. No me importaba el lugar. Solo quería olerte, tocarte, acariciarte...tanto tiempo mirando tus fotos. Por fin ese día había llegado.

Pero esa tarde nunca llegará. Estoy aquí, tirado en el suelo de mi habitación escribiéndote mientras lloro, y todo se siente vacío. La tristeza me consume porque lo que tanto deseaba no va a suceder, y duele. Duele no haber podido estar contigo, duele que todo lo que soñé se haya desvanecido en el aire, como un poema que se quedará sin escribirse.

No quiero seguir arrastrando este dolor, este constante choque de expectativas que nunca se cumplen. Solo quería verte. Quería abrazarte, sentirte cerca, con una urgencia que me quema por dentro. No era solo el deseo físico, era el anhelo de tocarte, de hundirme en cada beso como si fuera lo único real en un mundo que se destruye poco a poco. Quería perderme en ti, en la textura de tu piel, en el calor de tu cuerpo, como si eso pudiera llenar el vacío que siento.

Imaginaba hundir mis manos en tu cabello, mientras entrelazabas tus piernas alrededor de mi cintura, besarte lentamente, darte todos los besos que tenía pendientes, sentir la presión de tu cuerpo contra el mío. No solo era deseo, era necesidad. Quería sentir la conexión más allá de las palabras, donde solo quedáramos tú y yo, piel contra piel, sin nada que nos separe. En ese momento, todo lo que nos rodea desaparece, solo tú, solo nosotros.

Quería hundir mis dientes en tu hombro mientras te hacía mía, con ese deseo que dolió por tanto como ahora se disfruta. Sentir tu cuerpo temblar bajo el mío, no por placer únicamente, sino por la mezcla de todo lo que no hemos dicho, lo que no hemos vivido. Acariciar tu piel, sentir cómo tu cuerpo responde, cómo me aprietas como si en ese momento pudiéramos por fin encontrarnos, en esa intimidad que siempre nos hemos imaginado.

Pero esa realidad no es la nuestra. Hoy no estoy en Logroño. Hoy no estamos juntos viendo esa película. Ni abrazados en la habitación del hotel que habia reservado para nosotros. Hoy perdí el billete. Hoy, en lugar de eso, me encuentro con este vacío y el dolor amargo de que, tal vez, nunca lo estaremos. Y lo que podría haber sido, lo que siempre he deseado contigo, se deshace en el aire, dejando solo esta tristeza, este silencio, estas lágrimas, de lo que nunca será.



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