Más de una vez me sentí como muerto, ahora lo estoy, lamento no creer en los cambios drásticos ni si quiera recuerdo la polla latiendo fuerte ni el corazón tampoco. Vivo aceptando el destino como tal y como es, deje de perseguir el fantasma de esa mujer que solo encuentro cuando escribo. Era bonito creer en el amor ciego e incondicional, pero un dolor enorme es lo único que me ha correspondido. El dolor desde que he nacido, ese si que es incondicional y ciego, porque haga lo que haga siempre esta ahí como los Domingos. Antes era una montaña rusa, siempre en constante movimiento y transformación, siempre buscando mi mejor versión, siempre escuchando mi voz interior como una psicofonía pero mis nudillos están cansados de estar siempre apretados a la defensiva, encajando golpes del ego, sintiéndome siempre un impostor. Ahora no hay nada, vacío, vacuidad, por lo cual ya no puedo mejorar ni empeorar, no puedo ni sentirme feliz ni sufrir, no puedo emocionar ni desilusionar, porque ya soy plano como un amor rutinario entre casados que llevan más de 20 años.
Me abría gustado hablar en términos simples del amor y del compromiso eterno, de echo mi sueño era morir besando a la persona amada, morir a la vez y que nos enterraran en la misma tumba, pero nunca he entendido el amor simple, siempre lo he sentido como si me quemara, me quemaba hasta que choque con un glaciar más grande que mi fuego y entendí que el hielo también puede quemar de una manera muy diferente.
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