DIVA

 La única ansiedad que me gustaba era la de sentir que me faltaba el aire entre sus tetas. Su cara de placer era mejor que cualquier pieza de arte colgada del museo más celebre. Me sentía levitando en el espacio cuando me miraba con esos ojos y chupaba con su boca mi dedo índice. Y ya si llovía de fondo era todo lo que quería en este mundo. Ella era una bestia salvaje que sacaba de dentro de mi, mi también, bestia salvaje. Devorábamos la carne del uno y del otro hasta que solo dejábamos los huesos. Así era nuestro amor, como un volcán en erupción en la que la rutina de una relación no tenía cabida, aunque la soledad  para mi, era como un misíl cayendo encima de mi con cada adiós, ya nos veremos. Yo solo podía esbozar una leve sonrisa, sumergirme en mi selva profunda y recordar su cuerpo desnudo, sin saber si volvería a verla, sabiendo que no la podía poner cadenas, ni atarla con cuerdas, tenia que dejarla ir, que viniera cuando quisiera, aunque yo sin ella perdía el sentido de vivir, aunque eso por supuesto nunca se lo dije, no sabia que cuando no estaba ella tenia ganas de romperle la guitarra en la cabeza al puto mundo, pero tampoco en realidad, sé que no la importaba.