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SHIBARI




No sé cómo explicarlo, pero ella me hacía sentir vivo de una manera que nunca había experimentado antes. Todas mis relaciones anteriores habían sido superficiales y rutinarias, más pronto que tarde se había acabado la pasión, los sentimientos se iban degradando poco a poco hasta desvanecerse y en unos meses donde había fuego no quedaba más que indiferencia. Ni si quiera quedaba odio o rencor, la relación llegaba a un punto muerto dónde lo natural era ir cada uno por su camino y no sé si era yo el culpable o era un problema de mis parejas, pero con todas me sucedía lo mismo. Pero con ella, cada vez que la veía, mi corazón latía más fuerte y más fuerte, mi piel se erizaba de la emoción como si volviese a ser ese niño delante del televisor esperando un nuevo capítulo de Dragon Ball. Ella tenía un magnetismo especial, me despertaba cosas dentro de mi que nunca había sentido y lo peor es que me estaba volviendo adicto a ese tipo de emociones sin darme yo cuenta de ello.

Un sábado por la noche, ella me invitó a su casa, pensaba que íbamos a tener una cena normal de amigos con derecho a roce, pero cuando entre por la puerta, toda la sala estaba con las luces apagadas, solo habían un par de velas que alumbraban. Había movido el sofá del sitio y en el suelo había un pareo y unas cuerdas enroscadas. Me habló del Shibari, algo que desconocía y al principio me sorprendió la idea de atar a alguien con cuerdas, no entendía el sentido de sentir placer al ser atado, pero ella me aseguro que era una forma de arte y de expresión, que no tuviera miedo que ella iba a ser mi guía, yo solo tenia que seguir los pasos.

Así que lo primero que hizo fue desnudarse, sé quito la bata de seda y la dejo caer al suelo. La luz de las velas creaba una atmósfera íntima y cálida que envolvía su cuerpo desnudo en una especie de aura dorada. No podía dejar de mirar todos los detalles de su cuerpo, su piel parecía mas suave y cálida, la textura de su piel parecía formada de la cera que estaba derritiéndose, el ambiente era mágico y sensual y parecía que estábamos apunto de iniciar un ritual. Se agacho doblando ligeramente las rodillas y con una mano cogió la cuerda, se acerco hacia a mi que estaba absorto mirándola y mientras me daba un beso en el pecho me puso la cuerda en la mano.

Empecé a atar la cuerda alrededor de sus muñecas, siguiendo los patrones que ella misma me mostraba. Cada vez que la cuerda rozaba su piel, podía sentir la sangre corriendo por sus venas, recordándome lo viva que estaba y cada vez que apretaba la cuerda no podía evitar que se a mi se me pusiera dura. El proceso de atarla duró bastantes minutos, ella iba diciéndome y yo lento y cuidadoso iba atando con paciencia y precisión para asegurarme de cada nudo y cada bucle estaban en el lugar correcto que ella me decía. No sé si lo hacía bien del todo, me costaba centrarme en lo que me iba diciendo porque ella parecía estar disfrutando con el proceso, su cuerpo se puso caliente y ambos empezamos a sudar y cada vez que ajustaba una cuerda con paciencia y firmeza ella hacia un gesto con la cara de placer.

Cuando termine de atarla ella estaba sentada en el suelo de rodillas con las manos atadas a la espalda, totalmente vulnerable y sumisa en esa posición, yo totalmente metido en el papel la cogí de la barbilla y la miré a los ojos sintiendo la electricidad entre nosotros la bese mordiéndola los labios, como un loco empecé a besarla por todo el cuello hasta llegar a sus tetas que estaban aún más grandes ya que estaban apretadas por las cuerdas, chupé sus pezones mientras ella se retorcía de placer. En ese momento, supe que quería más.

Me puse detrás de ella y todo su culo en pompa estaba delante de mi, empuje suavemente su espalda contra el suelo y sus pechos desnudos se pegaron al suelo, nos entregamos el uno al otro con una pasión que nunca había experimentado antes. La sangre corría fuerte en nuestras venas y cada vez la daba horcajadas más fuertes hasta que no pude más que salir y correrme en su espalda. 

Después de limpiarla y desatarla, ella se recostó en la cama, agotada y satisfecha. Me miró a los ojos y sonrió, quizás porque sabía que el que cada vez estaba más atado a ella era yo. 

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